sábado, 16 de junio de 2012

Al padre de mi nieto


Un día, hace varios años ya, María volvió de la facultad con la cara desencajada porque había rendido mal un parcial para el que se había preparado mucho. Estaba triste y callada y nada de lo que le dijimos alcanzó para reconfortarla; con esa tristeza silenciosa se fue a trabajar. Volvió a la noche con un pato de juguete y la miramos sorprendidos. Le dio cuerda y lo apoyó en el piso y el pato empezó a caminar ridículamente, moviéndose de un lado a otro como caminan los patos, mientras cantaba con una voz gangosa, y la verdad era muy gracioso. A María le cambió la cara, y sonrió con ganas. Me lo regaló Juano, nos dijo, y aunque no te conocía todavía, fue en ese preciso momento que te empecé a querer.
Después creo que fueron tus carcajadas y tu risa franca; no importaba de qué te reías, daban ganas de reírse al escucharte. Fue también el primer asado que hiciste en casa; trajiste palas y un recipiente para hacer el fuego y otros adminículos a los que nuestra parrilla no estaba acostumbrada. Nosotros tampoco. Fue el primer asado de verdad, uno profesional, y lo esperábamos hacía tiempo.
Fuiste parte de un momento duro y difícil en nuestras vidas, y nos acompañaste bien. A María sobre todo, pero a nosotros también, y se sumó tu familia. Recuerdo el día en que tu papá nos llevó a visitar a una doctora que él conocía para hacer una consulta. Él y María iban caminando delante mío y tu papá la llevaba del hombro con un gesto de amorosa contención; en ese momento me di cuenta que mi hija tenía otra familia que la quería bien y me sentí aliviada y agradecida de que pudiera contar con ellos.
También fue un regalo que me hiciste, una pequeña fuente para poner cerca del lugar en donde escribo. No hay nada que me guste más que el sonido del agua cuando corre entre las piedras, y sin embargo a mí nunca se me hubiera ocurrido.  Otra vez fue un libro que disfruté en unas vacaciones en Brasil, y que leí con inmenso placer mientras escuchaba el sonido del mar.  Nosotros no somos de hablar mucho, pero me di cuenta que no hacía falta. Hay que conocer al otro para saber qué cosas le alegran la vida.
Fue ese mediodía que la sorprendiste a María con ese cachorrito que ella tanto deseaba; una cosa chiquita y blanca que corría asustada y que trajimos a casa y que ahora es parte de la tuya. María lo llamó Oli, de Oliva, tu apellido, y vos sabés lo feliz que la hizo ese regalo.
Cuando se graduó allí estuviste esperándola con un ramo de flores y entonces fue tu expresión de orgullo cuando la abrazaste y compartiste con ella su alegría.
Descubrir que eras el hombre que mi hija había elegido para acompañarla en la vida, ya fue razón más que suficiente para quererte, pero cuando me dijeron que esperaban un hijo y te vi tan feliz, te quise un poco más cuando me abrazaste emocionado.
El día que te vimos pasar con tu hijo recién nacido en brazos, y nos miraste, fue entonces que apareció el cariño más profundo y conmovedor. No me voy a olvidar nunca de esa sonrisa de feliz plenitud que te llenaba la cara.

Te veo abrazar a mi hija y reírte con ella, y me doy cuenta que ella cuenta con vos y vos con ella para transitar la vida. Te veo disfrutar a tu hijo, mi nieto, y veo también el esfuerzo y el trabajo que implica cuidar de tu familia. Lo hacés bien, y con alegría.
Sos el padre de mi nieto, qué más puedo decir. Además del afecto, creo que siento algo de gratitud también.  Sos parte de la vida de mi hija y también parte de la nuestra, y a mí me gusta que así sea. Será por eso que cuando te descubro en los rasgos de mi nieto me inspira mucha ternura reconocerte a vos y a mi hija en él, como perfecta síntesis del amor que hay entre ustedes.
El cariño no puede explicarse, pero de vez en cuando no está de más expresarlo, y esta me parece una buena ocasión. Te quiero mucho Juano. Feliz día del padre, el primero.

martes, 12 de junio de 2012

Laura y Matías. Laura, Matías y...


Hubo un niño que jugaba en las calles arboladas y tranquilas de Quilmes, al sur de la ciudad de Buenos Aires, y fue Ariel. Matías Ariel.
Hubo una niña que nació más al sur todavía, en Tierra del Fuego, en una ciudad cubierta de nieve, y fue Laura. El aura.

Poco después de cumplir los seis Laura se mudó lejos, y se fue a vivir al oeste de la ciudad de Buenos Aires. Allí creció.
Ariel creció en el sur, pero cuando fue grande un trabajo lo llevó al oeste, y en el oeste fue Matías.

Pasó el tiempo y un día dejaron su casa y se fueron a vivir solos. Pasó la vida y se encontraron y poco después quisieron vivir juntos. Entonces fueron Laura y Matías y buscaron un lugar para los dos, en el oeste. 

Pintaron las paredes de color rojo brillante; su casa es cálida y acogedora y siempre hay un olor dulce en el aire. A veces se escucha la música del saxo, a veces se escucha la risa de ella. Él es puro movimiento, no se queda quieto un minuto; ella es la pausa, se toma su tiempo. Son distintos, no se parecen pero saben acompañarse; se hacen bien uno al otro. Él es muy querible, ella también. Los dos juntos son entrañables.

Laura, Lau, el aura.  Matías, Ariel,  Ari. El oeste y el sur, pausa y movimiento, la música y la risa en una casa de paredes rojas y brillantes y el patio lleno de plantas, Laura y Matías, los dos. Hasta ahora.

Tiene siete centímetros y ya tiene un corazón que late, y minúsculos brazos y piernas que se agitan en la abrigada oscuridad del vientre de su mamá. No se sabe aún si es niña o niño pero ya es hijo. Del oeste y del sur, de la pausa y el movimiento, de la música y la risa. De ellos dos, de Laura y de Matías. 

sábado, 2 de junio de 2012

Laura es o se hace


Ella es o se hace. Cuando se hace, es la que no sabe o la que no puede, pero cuando ella es, resuelve con autoridad y no hace falta que nadie le diga lo que tiene que hacer.
Cuando se hace, es una niña torpe y distraída que pide ser cuidada y atendida. Adopta una expresión ausente y se mece los cabellos y suspira frágil mientras de reojo mira hacer a los demás. Cuando ella es, puede ser capaz de todo. Ella sola. Y hasta le sobran fuerzas para cuidar de otros.
Le gusta sentirse mimada y consentida hasta que tanta obediente sumisión la pone en riesgo de perder su libertad, y ese es un precio que nunca está dispuesta a pagar. Cuando no puede imponer su voluntad se enoja, se enoja mucho. Es que llega un momento que su papel de niña desvalida la aburre un poco y entonces se cansa y se levanta de un salto y abandona los rincones tranquilos con un grito.
Suele tomarse demasiado en serio lo que los demás le atribuyen cuando ella se hace: que es cómoda, que es desordenada, que es distraída… Como si no supiera, como si no recordara que no es lo que ella es. A veces olvida que sólo se trata de una estrategia para que no le pidan lo que no tiene ganas de hacer.
Cambia de humor como la luna; a veces es dulce y sociable y al rato se vuelve arisca y solitaria. A veces la invade un humor sedentario y se inclina por una vida estable, tranquila y familiar, sin grandes altibajos, y de pronto se convierte en un ser extravagante, complicado y cautivador, y anhela una vida bohemia sin hogar, domicilio ni familia. Entre las fluctuaciones de humor y ese ir y venir constante entre la que ella es y la que se hace, suele confundir y confundirse y no queda demasiado claro quién es quién, por esa capacidad que tiene de reciclarse y transformarse y mudar su piel de un momento a otro y sin aviso.
Emotiva y sensible, reclama que la hagan sentir segura y protegida, pero no es tarea fácil. Cuando su espíritu independiente se rebela,  corre de un empujón el abrazo que la cuida y se va dando un portazo. Puede ocurrir que se trate de una falsa fuga, y al abrir la puerta ella esté ahí todavía; hay que conocerla mucho para saber que a veces sólo espera que le confirmen que saldrán corriendo detrás suyo, o que va a encontrar ese abrazo cuando vuelva. Esa es toda la seguridad que necesita.
Es cambiante, es o se hace, o cambia de humor y muda la piel, o se transforma, o se cubre con una máscara o caparazón para que no la descubran… Es capaz de ser muchas a la vez y no se parecen entre ellas. Como la luna, detrás de la cara iluminada por el sol hay otra que permanece a oscuras. Una es clara y explícita, la otra misteriosa e inaccesible. Es capaz de impulsos generosos e irresistibles caprichos, de gestos épicos y ardores repentinos de absoluta entrega. De naturaleza felina, la dualidad y el misterio la definen. Puede ser un gato o un tigre, nunca se sabe, pero es mejor descubrirlo antes de acercarse demasiado. Como una gata recorre silenciosa las habitaciones de la casa buscando un lugar mullido donde tenderse, y con andar lánguido se abandona en un sillón bajo la luz de la tarde, pero igual que un tigre puede fingirse gato adormilado bajo el sol, no es extraño que de pronto abra los ojos y su mirada cambie, como si estuviera en peligro y al acecho, y se convierta en un animal salvaje que añora la libertad. Entonces es mejor abrirle la puerta y dejarla ir.
Ella es o se hace pero cuando es o cuando se hace nunca es la misma, y se hace difícil definirla. Laura de laurel o triunfo, victoriosa, Laura o el aura clara y deslumbrante, tan hermosa con su porte digno cuando expone lo que piensa y defiende sus convicciones, tan fuerte, tan brillante y precisa en su oratoria, tan apasionada cuando sabe lo que quiere… Laura marcando su propio territorio a los codazos o a los empujones o a como dé lugar; Laura y su rebeldía y su vehemencia; Laura desafiante tratando de probar que no está mal hacer lo que uno quiere; Laura acompañando cuando hace falta y sosteniendo a los que quiere; Laura fundiéndose en el abrazo con la condición de que la dejen ir; Laura y su nobleza y su manera frontal de decir lo que piensa; Laura y su búsqueda permanente de lo que ella es; Laura haciéndose a veces y a veces creyéndose ser aquella que se hace; Laura y el aura en la que se pierde y se desvanece para volver convertida en otra, porque con ella nunca se sabe quién es en realidad, si gato o tigre. Cuidado con Laura, a no confundirse cuando cierra los ojos en su lánguido abandono al calor del sol.  Después de todo un gato es un tigre domesticado,  y es lo que ella es. Laura, la mayor, mi adorable y adorada hija.