Ella es o se hace. Cuando se hace, es la que no sabe o la
que no puede, pero cuando ella es, resuelve con autoridad y no hace falta que
nadie le diga lo que tiene que hacer.
Cuando se hace, es una niña torpe y distraída que pide ser
cuidada y atendida. Adopta una expresión ausente y se mece los cabellos y
suspira frágil mientras de reojo mira hacer a los demás. Cuando ella es, puede
ser capaz de todo. Ella sola. Y hasta le sobran fuerzas para cuidar de otros.
Le gusta sentirse mimada y consentida hasta que tanta obediente
sumisión la pone en riesgo de perder su libertad, y ese es un precio que nunca
está dispuesta a pagar. Cuando no puede imponer su voluntad se enoja, se enoja
mucho. Es que llega un momento que su papel de niña desvalida la aburre un poco
y entonces se cansa y se levanta de un salto y abandona los rincones tranquilos
con un grito.
Suele tomarse demasiado
en serio lo que los demás le atribuyen cuando ella se hace: que es cómoda, que
es desordenada, que es distraída… Como si no supiera, como si no recordara que no
es lo que ella es. A veces olvida que sólo se trata de una estrategia para que no le
pidan lo que no tiene ganas de hacer.
Cambia de humor como la luna; a veces es dulce y sociable y
al rato se vuelve arisca y solitaria. A veces la invade un humor sedentario y
se inclina por una vida estable, tranquila y familiar, sin grandes altibajos, y
de pronto se convierte en un ser extravagante, complicado y cautivador, y anhela
una vida bohemia sin hogar, domicilio ni familia. Entre las fluctuaciones de
humor y ese ir y venir constante entre la que ella es y la que se hace, suele
confundir y confundirse y no queda demasiado claro quién es quién, por esa capacidad
que tiene de reciclarse y transformarse y mudar su piel de un momento a otro y
sin aviso.
Emotiva y sensible, reclama que la hagan sentir segura y
protegida, pero no es tarea fácil. Cuando su espíritu independiente se rebela, corre de un empujón el abrazo que la cuida y se va dando un portazo. Puede ocurrir que se trate de una falsa
fuga, y al abrir la puerta ella esté ahí todavía; hay que conocerla mucho para
saber que a veces sólo espera que le confirmen que saldrán corriendo detrás
suyo, o que va a encontrar ese abrazo cuando vuelva. Esa es toda la seguridad
que necesita.
Es cambiante, es o se hace, o cambia de humor y muda la piel,
o se transforma, o se cubre con una máscara o caparazón para que no la
descubran… Es capaz de ser muchas a la vez y no se parecen entre ellas. Como la
luna, detrás de la cara iluminada por el sol hay otra que permanece a oscuras.
Una es clara y explícita, la otra misteriosa e inaccesible. Es capaz de impulsos generosos e
irresistibles caprichos, de gestos épicos y ardores repentinos de absoluta entrega. De naturaleza felina, la
dualidad y el misterio la definen. Puede ser un gato o un tigre, nunca se sabe,
pero es mejor descubrirlo antes de acercarse demasiado. Como una gata recorre
silenciosa las habitaciones de la casa buscando un lugar mullido donde
tenderse, y con andar lánguido se abandona en un sillón bajo la luz de la tarde,
pero igual que un tigre puede fingirse gato adormilado bajo el sol, no es
extraño que de pronto abra los ojos y su mirada cambie, como si estuviera en peligro y al
acecho, y se convierta en un animal salvaje que añora la libertad. Entonces es
mejor abrirle la puerta y dejarla ir.
Ella es o se hace pero cuando es o cuando se hace nunca es
la misma, y se hace difícil definirla. Laura de laurel o triunfo, victoriosa, Laura
o el aura clara y deslumbrante, tan hermosa con su porte digno cuando expone lo
que piensa y defiende sus convicciones, tan fuerte, tan brillante y precisa en
su oratoria, tan apasionada cuando sabe lo que quiere… Laura marcando su propio territorio
a los codazos o a los empujones o a como dé lugar; Laura y su rebeldía y su
vehemencia; Laura desafiante tratando de probar que no está mal hacer lo que
uno quiere; Laura acompañando cuando hace falta y sosteniendo a los que quiere; Laura fundiéndose en el abrazo con la condición de que la dejen ir; Laura y su
nobleza y su manera frontal de decir lo que piensa; Laura y su búsqueda permanente
de lo que ella es; Laura haciéndose a veces y a veces creyéndose ser aquella
que se hace; Laura y el aura en la que se pierde y se desvanece para volver
convertida en otra, porque con ella nunca se sabe quién es en realidad, si gato
o tigre. Cuidado con Laura, a no confundirse cuando cierra
los ojos en su lánguido abandono al calor del sol. Después de todo un gato es un tigre domesticado, y es lo que ella es. Laura, la mayor, mi adorable y adorada hija.
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