Fue el parto más relajado y gozoso, no hubo gritos de dolor ni nervios ni temores ni nada. Yo también estaba sonriendo cuando la recibí y la apoyé sobre mi pecho.
Le tocó ser la menor de tres hermanas mujeres, y a lo mejor fue por eso que aprendió a arreglarse sola desde el principio. Mientras yo iba y venía por la casa, y preparaba la comida, y peinaba a la más grande o le daba de comer a la del medio, en cuanto podía me asomaba a la cuna y ella, la más chica, me miraba con sus ojos grandes y sonreía. Siempre. Y entonces yo sentía una paz infinita.
Ahora que ha crecido, por momentos veo en su cara a la niña que fui, y en otros a mi mamá o mi abuela. Es un segundo nomás, porque enseguida me olvido que tiene ese aire a las mujeres de la familia y la veo sólo a ella, y me emociona que sea tan linda.
Todavía sonríe como una nena, pero ya es una mujer. Es sensible y alegre como una cigarra y previsora y tenaz como una hormiga. Canta como la cigarra y trabaja como la hormiga. Esa dualidad la define. Piensa, piensa mucho en el futuro y en cómo prepararse para que ese futuro se parezca a lo que ella sueña, y trabaja y piensa tanto que se olvida de mirar a su alrededor para darse cuenta que ya ha alcanzado muchas de las cosas que alguna vez soñó y de disfrutarlo. Ojalá se tomara más tiempo para tirarse al sol y cantar como la cigarra, porque eso también lo hace bien. Eso le digo a veces, cuando me lo permite, pero enseguida pienso: ella sabe.
Sufre y goza con intensidad, oscila entre el dramatismo y la euforia. Nada es a medias. Se contrae y se relaja como un corazón que late, a ese ritmo, con ese vértigo, con esa misma pulsión, pero suele olvidarse de respirar. Eso también le digo a veces, cuando no me cierra la puerta, pero enseguida pienso: ya va a aprender.
Cuando empezó a estudiar Comercio Exterior me pareció que esa carrera no era para ella y se lo dije, y por supuesto no me escuchó. Con el tiempo pude comprender que necesitaba una herramienta para trabajar como la hormiga durante el invierno y que a su vez le permitiera salir a cantar al sol durante el verano, bajo el cielo que ella quisiera.
Ojalá no se olvide. De respirar, de latir, de cantar.
Tiene apenas 23 años, está por cumplir los 24, y acaba de recibirse. Cómo no va a sonreír como una niña, si todavía lo es, y cómo no va a llenarse de orgullo por sus logros, si ya es una mujer.
Mitad cigarra, mitad hormiga, irá por la vida tratando de encontrar el equilibrio, y yo confío. Eso es lo que me pasa con ella. Siento que todas las cosas que quisiera decirle ella las sabe, o las aprenderá de a poco, pero que inexorablemente, tarde o temprano, encontrará el modo de vivir como ella quiere.
Ella es Antonela, la menor de sus hermanas. Es Anto, la más chica, y yo la quiero con toda mi alma.
Felicitaciones hija.
No hay comentarios:
Publicar un comentario