Recuerdo que mi primera reacción fue un una mezcla de pudor y perplejidad, como si de pronto hubiera sentido el alma desnuda. Dios, está poseída, pensé; ¿cómo puede darse cuenta de esas cosas a los cuatro años? Por primera vez me quedé sin palabras y sólo atiné a sostener su mirada en silencio. Fue en ese mismo momento que lo supe.
Este lunes, veinte años después, y como no podía ser de otra manera, esa niña se recibe de psicóloga. Me conmueve y me llena de orgullo su voluntad y dedicación pero más que nada su pasión por esta carrera que ella eligió, aunque sospecho que por esta vez, la carrera la eligió a ella.
Felicitaciones hija.
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